En una blanquecina mañana, que de tanto frío, ni la sombra de los pájaros se atrevían a piar. Una mañana que no caerá en el olvido, y una noche que ojala, jamás la hubiera visto finalizar.
El sargento de la casta roja de los jardines de AR, había salido, pero su vuelta era venidera y esperada por su kajira. Dalsay se llamaba el fornido guerrero, de ojos azules como si fueran porciones de cielo, dicen las malas lenguas, que sus ojos mejoraron al contemplar una lady de la casta gorma (azul), en el reflejo de las gotas que desvanecían en el fondo de la fuente de los jardines de AR situada al lado del furab (baño), un rayo del Lar Torvis, reflejo en la enésima gota y sus ojos quedaron atrapados en ese color.
Apoyado en la proa del hata (barco), su cuerpo se estremeció y su corazón se lleno de pasión y añoranza cuando contemplo, a su mayor tesoro, aquella que cada segundo pensaba en hacerle feliz, alli estaba ella, sin temor al frío aterrador, con una abrigo de lobo blanco y visible levemente alguna de sus sedas. Su nombre era Sere, de piel tiznada, suave y calida como un jarrón de alfarero recién moldeado, sus cabellos negros azabache, oscuro como las noches sin lunas y sus mechones acababan en rojo varma.
Al contemplar su amo Dalsay como el viento jugaba libremente con los cabellos de su kajira, de furia rebosaba su corazón, pues era solo suya, y todo aquel que la tocase moriría en sus manos sin contemplación. Su rostro de Reina Mora y sus labios color varma y sabor a miel, su silueta con esas perfectas curvas, eran la locura para todo aquel amo que la podía contemplar. Y por no hablar de su mirada, verde como los prados en primavera, sus ojos brillaban como si el prado al alba, los rayos del Lar Torvis acariciaran el roció del anochecer.
Al bajar del barco se unieron sus labios, el contacto de su piel, Dalsay con mucha delicadeza engancho la cadena de eslabones al collar de su kajira, que ella orgullosa llevaba, para que todos supieran que era de él, caminaron hacia los baños de los jardines de AR, y alli en la hoguera próxima, estuvieron hasta caer el atardecer, observando a todo aquel que pasaba por los alrededores. Estuvieron alli, hasta que su kajira incomoda por la presencia de una recién ascendida kajira de seda roja, se aproximo hacia su amo, con una sensualidad sin igual, y su belleza increíble, los celos surgieron al contemplar como esa kajira dedicaba mucha pasión y fuego hacia su amo, entonces ella, le pidió permiso para ir hablar en la soledad.
Fueron a la tienda que estaba justo al lado del puente, hablaron largo y tendido, y se dejaron llevar por su pasión sin poder aguantar mas, sus sentimientos puros, por el deseo de demostrar, que cada segundo separados eran imposibles de soportar, ella tapada con la capa roja de su amado amo, empezó a jugar, se unieron en un solo ser, y suspiraron felices ambos al acabar, Dalsay rebosaba de satisfacción y alegría, y pensaba que hasta los Reyes Sacerdotes envidian le tendrían, un grave error, un pensamiento infiel, una maldición venidera, un dolor sin igual, pues los Reyes Sacerdotes sus ojos azules acababan de marchitar, y aquella por la que el orgulloso alardeaba tener sometida jamás su ojos la volverían a contemplar.
Su kajira fue a sus labores acompañada de su “hermana”kiara esclava del comandante, largo tiempo estuvieron, con sus labores, mientras tanto Dalsay nada tuvo que sospechar, pues no sabia que había sido maldito, ni idea de lo que iba a pasar.
Después de su ronda nocturna, fue a la taberna con una seda blanca del jardín, la llamaban Nurse, la cual Dalsay le tenia un gran cariño, pero nada mas allá de un sentimiento de protección, pues esa kajira lo había pasado mal, ella con su sensualidad y sus movimientos característicos le preparo un inmejorable paga, se acerco a el, y espero a sus tres latidos para servirle, cuando el sargento una voz escuchó, giro la cabeza lentamente, y el horror se inundo, pasaron unos instantes de incertidumbre pues la voz era de su deseaba kajira, pero el, eso no fue lo que contemplo, sere volvió a llamarle, y pedirle permiso para entrar, y el sargento no reaccionó, se le cayo el cuenco de paga al suelo, aquel que con tanto cariño le entrego Nurse, manchándole las sedas al impactar contra el suelo, negaba con la cabeza, y el dolor llego a su corazón, se rompió, en mas de mil pedazos, que el mas grande de ellos, podría pasar por el agujero de una aguja, lentamente y consternado se levanto y fue hacia alli, donde estaba la entrada de la taberna, debajo del arco de esa entrada de rodillas se encontraba la kajira con la misma voz que su anhelada kajira, pero era totalmente contraria a sus gustos, era una pesadilla para el, pues así deseaban que fuera los Reyes Sacerdotes, sus cabellos rubios como un campo de trigo a punto de segar, su piel blanca como la mañana ya pasada, y su rostro….ya no era de Reina Mora.
Maldijo mil una veces a los Reyes Sacerdotes, y el doble se maldijo a él mismo por su arrogancia, por pensar aquel pecado. Salio de la taberna y justo al sobrepasar a su kajira, dejo caer lluvia de esas porciones de cielo que albergaban sus ojos, las lagrimas cayendo en la arena de la playa que fueron absorbidas casi antes de llegar a tocarla. A su kajira no pudo decirle nada pues un nudo se le hizo en el estomago y en la garganta, llamo al Sire y se la entrego como ellos hicieron con el, pero aquel día cuando ella fue entregada a sus brazos todo era alegría, y este momento era de pena y desolación nadie le entendía, nadie conocía que estaba maldito, y nada sabían de su maldición.
Tan triste era la situación que los árboles de hoja perenne lloraban hojas como si de árboles caducas en otoño se trataran, y el viento susurraba como un lamento de guitarra, el entregó su mayor tesoro, pero sin el explicarse como, no le dolía, pues al mirarla no la reconocía, y sus oídos zumbaban cuando ella algo le decía...
Se marchó, sin saber donde, sin saber cuando volver, y sabiendo el porque, pues necesitaba alejarse y buscar cura a su maldición, montado en su magnifico tarn, llamado por el Sargento Dalsay, Fiera, de bravo coraje su tarn pero el no necesitaba ni usar el aguijón pues tuvo la suerte de encantarlo cuando aun era cascaron y lo crió desde entonces. Sobre sus plumas negras y lisas montaba el Sargento, así estuvo casi toda la madrugada, las lunas se reflejaban con tristeza en las lagrimas que el aire arrancaba de sus ojos, las observaba caer, e incluso el sentía que debía caer también, pues incluso se le paso por su mente arrogarse al vacío, aunque ese vacío no era mas grande que en esos momentos, habitaba en su corazón.
De repente su tarn hizo un movimiento brusco hacia la izquierda, esquivando a otro tarn, el Sargento despertó de su trance, y giro su cabeza lentamente guiando su mirada hacia la derecha, alli, encima de otro tarn, había una guerrera de cabellos de oro recién pulido y ojos verdes como la hierbabuena, de piel bronceada como si fueran realizados con los últimos rayos de primavera, su mirada era gélida, y el noto como el corazón y la mirada de ella eran de hielo. Pero esto es otra historia, gracias por su amabilidad y dedicar su tiempo a un humilde y mal escritor.
Dalsay Zwilling
miércoles, 3 de diciembre de 2008
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